22 de abril: Un vuelo





Las ramas más finas caen un poco hacia el suelo como si estuvieran dormidas y sobre ellas se van alternando las hojas, hermosas y verdes.


Hojas cuyos largos peciolos rojizos parecen una prolongación de la ramilla, si no fuera por el leve engrosamiento de cada nudo.


Dicotomía en el espacio, juego de ángulos, caminos que se abren buscando la ansiada luz.


Y así, las hojas apenas se estorban, pero tampoco dejan un resquicio por donde se escapen los rayos de sol. Algunas parecen cerrarse un poco, como si quisieran protegerse de un exceso de calor y con la brisa se mecen como corazones siempre dispuestos a salir volando porque un amor que no se persigue eternamente, termina por desvanecerse.





2 comentarios:

  1. Corazones siempre dispuestos a salir volando...
    Los hombres y los árboles, si los árboles pudieran andar, conocer el mundo, y el hombre echar raices sin sentirse frustrado, ambos compartirían la misma esencia y sabiduría.
    Igual que el uno, jamás verá más allá del paisaje que rodea el lugar en que le pusieron o al que llegó a través de la tierra, el otro jamás aprenderá a extender sus raices buscando toda la sabia de que ha sido rodeado, y tal vez nunca pueda que es el agua de su río la única capaz de ahogar de su sed.

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  2. El inmovilismo de los árboles y las aventuras de los hombres. Bueno existen muchos hombres inmovilistas y algunos árboles aventureros, como el Alianto o Árbol de los Dioses, y creo que tanto uno como otro tienen una gran carga negativa. La sociedad en general no admite el inmovilismo en los hombres y por supuesto a los árboles invasivos se les termina podando año tras año. Mi opinión, querida hada, es que prefiero la aventura al inmovilismo.... para los hombres claro esta.

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